domingo, 29 de enero de 2017

Obama: de Presidente a “asesino en jefe”

Obama terminó siendo peor que Bush, al llevar la guerra preventiva al paroxismo absoluto, puesto que se trata de matar a quien se supone enemigo de los Estados Unidos, antes que estos pudieran actuar contra esa potencia. Un directivo de la CIA se lo dijo sin ambages al Washington Post: "Estamos matando a esos hijos de puta más rápido de lo que pueden crecer".
El Ciudadano
 

“los martes de la muerte”
Durante su nefasto gobierno, Barack Obama instauró una novedosa práctica criminal, una nueva forma de terrorismo de Estado, con alcances mundiales, política que de seguro va a ser mantenida por sus sucesores. Cada martes en las primeras horas del día Obama se reunía con sus asesores de seguridad con el fin de confeccionar y actualizar una lista con los nombres de aquellos considerados como “enemigos de los Estados Unidos” y determinar, con nombre y apellido, a aquellos que debían ser asesinados durante esa semana. Así como suena, sin eufemismos, el individuo que fungía como Presidente de la primera potencia mundial decidía a quienes se iba a asesinar, porque estaba claro que no se iban a capturar vivos.
Desde la Casa Blanca se planeaba, con ayuda de sofisticada tecnología, la ubicación de los enemigos que se debían matar. Recurriendo a información satelital se detectaba el lugar a donde se encontraba el blanco elegido y se daban las órdenes, que permanecían en secreto, para que desde alguna base militar de los Estados Unidos, dentro o fuera del país, a  control remoto se maniobrara un dron provisto de “armas inteligentes” que descargara sus bombas letales sobre el objetivo escogido. Una información de prensa que comentó este tipo de acciones afirmaba, con un tono de reproche y de admiración,  “La muerte en las montañas del norte de Pakistán viene de arriba. Discreta y perniciosa, se abate de repente como un aguacero”.
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El 21 de enero de 2017 se terminaron los ocho años de mandato presidencial de Barak Obama en los Estados Unidos, con un balance absolutamente negativo para este personaje, si se consideran las grandes expectativas que se generaron luego de su primera elección en noviembre de 2008. En ese momento se anunció que en Estados Unidos había comenzado un nuevo ciclo histórico, que traería resultados benéficos para el resto del mundo, en razón de que había sido elegido un individuo de piel negra y profesor universitario. En forma alegre se creía que por el solo hecho de ser el primer presidente negro de los Estados Unidos se estaba dando paso a un nuevo tipo de gobierno en esa potencia, que dejaría atrás las acciones imperialistas, agresivas y criminales contra el resto del planeta. Se suponía que con Obama se inauguraba un período de humanitarismo, de paz y de concordia en las relaciones internacionales. Los cálculos fueron demasiado optimistas, y en verdad poco realistas, ya que es muy cándido suponer que por cuestiones circunstanciales de raza o de género (como lo planteó la candidatura reciente de Hilary Clinton) se va a modificar un sistema imperialista.
La política de Obama en nada ha modificado ese proyecto de dominación mundial de los Estados Unidos y, antes por el contrario, ha acentuado las acciones criminales y terroristas en el ámbito internacional por parte de ese país. Uno de los mejores ejemplos al respecto es el de la institucionalización de los llamados “martes de la muerte”, como se examina en este artículo.

Lista en mano
Durante su nefasto gobierno, Barack Obama instauró una novedosa práctica criminal, una nueva forma de terrorismo de Estado, con alcances mundiales, política que de seguro va a ser mantenida por sus sucesores. Cada martes en las primeras horas del día Obama se reunía con sus asesores de seguridad con el fin de confeccionar y actualizar una lista con los nombres de aquellos considerados como “enemigos de los Estados Unidos” y determinar, con nombre y apellido, a aquellos que debían ser asesinados durante esa semana. Así como suena, sin eufemismos, el individuo que fungía como Presidente de la primera potencia mundial decidía a quienes se iba a asesinar, porque estaba claro que no se iban a capturar vivos.
Desde la Casa Blanca se planeaba, con ayuda de sofisticada tecnología, la ubicación de los enemigos que se debían matar. Recurriendo a información satelital se detectaba el lugar a donde se encontraba el blanco elegido y se daban las órdenes, que permanecían en secreto, para que desde alguna base militar de los Estados Unidos, dentro o fuera del país, a  control remoto se maniobrara un dron provisto de “armas inteligentes” que descargara sus bombas letales sobre el objetivo escogido. Una información de prensa que comentó este tipo de acciones afirmaba, con un tono de reproche y de admiración,  “La muerte en las montañas del norte de Pakistán viene de arriba. Discreta y perniciosa, se abate de repente como un aguacero”.

Guerra preventiva al extremo
La innovación perversa de Barack Obama, acaso producto de su formación académica como abogado experto en “derechos civiles”, consistió en que esas muertes planificadas se convirtieron en una rutina de cada semana, planeadas en lo que se conoce como los “martes del terror”. Esos asesinatos se realizaban en cualquier lugar, sin importar si eran países con los que Estados Unidos estuviera oficialmente en guerra. En otras palabras, no solamente se acudía a este tipo de asesinato de estado en Irak, Afganistán o Libia, sino en Yemen, Siria, Somalia, Pakistán, Filipinas o en cualquier lugar en donde el gobierno de Obama ubicara a alguien que catalogara como terrorista y como enemigo. La estrategia se basa en el principio de hacer la guerra sin dejar rastro, entendiendo como tal no el rastro de muerte y destrucción (que es evidente), sino en que los Estados Unidos nadie se dé cuenta ni reclame por los muertos que se ocasionan en el exterior, que incluso llevo a que se asesinaran a ciudadanos de los mismos Estados Unidos, radicados en algún país musulmán y vistos como fundamentalistas. No dejan rastro, sobre todo porque no produce muertos del lado del país agresor, no importa que en el lado de los agredidos queden decenas o centenas de muertos.
Obama terminó siendo peor que Bush, al llevar la guerra preventiva al paroxismo absoluto, puesto que se trata de matar a quien se supone enemigo de los Estados Unidos, antes que estos pudieran actuar contra esa potencia. Un directivo de la CIA se lo dijo sin ambages al Washington Post: “Estamos matando a esos hijos de puta más rápido de lo que pueden crecer”.

Terrorismo de Estado “inteligente”
Para que se vea que no falta la sofisticación en la forma de matar por parte de los gobernantes de los Estados Unidos, Obama y sus asesores distinguían dos tipos de ataques: los personalizados y los específicos. Los primeros matan a personas, los segundos a grupos, principalmente de jóvenes. Más exactamente,  como lo ha dicho el peridista Jeremy scahill: “…el presidente Obama ha dado autorización para que se realicen ataques incluso sin conocer la identidad de las personas atacadas, la política conocida como “signature strikes”, ataques contra grupos sospechosos. La idea es que ser un hombre en edad militar, de cierta región de un determinado país del mundo, es suficiente para ser considerado un blanco legítimo, sólo basándose en su género, su edad y su presencia geográfica.”
Alegando que se programa una muerte inteligente en que solo se matan a los sospechosos-culpables (con una edad entre 20 y 40 años), se supone que solo mueren los objetivos a liquidar, pero no se suele mencionar que los drones matan en forma indiscriminada, generando lo que se llama en el lenguaje orweliano “daños colaterales”.  Un ejemplo terrorífico: “El 17 de marzo de 2011, cuatro misiles Hellfire, disparados desde un avión no tripulado estadounidense, se estrelló contra una estación de autobuses en la ciudad de Datta Khel, en la región fronteriza de Waziristán de Pakistán. Se estima que 42 personas perdieron la vida”.
Con este procedimiento se buscan solo muertes, nada de vivos para capturar, porque eso evoca los problemas de Guantánamo y Abu Ghraib y las consecuencias que se pueden derivar. Se basa en una lógica implacable de leguleyo: es mejor matar a un sospechoso que capturarlo y luego tener que enfrentar problemas judiciales o de denuncias internacionales.  En síntesis, bajo el régimen de Obama el terrorismo de Estado, y las muertes que genera, se ha hecho legal, legítimo e incluso destila una ética mortífera, la de arrogarse el derecho de asesinar a quien se le venga en gana, sin que sea sometido a juicio, sin que se le haya declarado culpable, sin que tenga derecho a defenderse. La Casa Blanca opera como juez, jurado y verdugo. Como lo recordó Fidel Castro, en el 2012, Obama no solo era un presidente de los Estados Unidos, sino su “asesino en jefe”.
Publicado en papel en Periferia (Medellín), enero de 2017
Vía Rebelión

Nada que festejar

El “legado” de Barack Obama

Detonación de la crisis de refugiados, promoción de la tríada TTIP, TPP y PISA, récord en deportaciones de migrantes, expansión de bases militares, crecimiento de la precariedad laboral y la desigualdad social; Barack Obama dejó la Casa Blanca siguiendo la línea de sus predecesores.
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Sábado 28 de enero de 2017 CARAS Y CARETAS

Por Manuel González Ayestarán
“Ocasionalmente tenemos que torcer el brazo de los países que no hacen lo que queremos que hagan”, Barack Obama, en entrevista en Vox en febrero de 2015.
La “marca Obama” ha sido una de las mejores apuestas propagandísticas de las últimas décadas, que ha demostrado que en la sociedad del espectáculo el discurso importa casi tanto –o más– como la acción. ¿Qué mejor rostro pudo haber elegido el conglomerado bancario-armamentístico-petrolero estadounidense para su representante que el de un joven afrodescendiente con cualidades de presentador de late night show? Tras ocho años de gobierno en el que, al igual que sus predecesores, ha trabajado en el apuntalamiento del orden nacional y global a la medida de las necesidades de los poderes financieros dominantes, Obama sale de la Casa Blanca entre halagos de la prensa hegemónica, en contraste con su sucesor. El carisma mediático del presidente y su familia, adaptado a los cánones pseudoprogresistas de moda, absorbidos por adalides del neoliberalismo de la talla de George Soros, ha permitido la explotación mediática del factor humano ligado al sentimentalismo y a la intimidad de este clan presidencial.
Esto ha permitido a sus adeptos separar los actos del gobernante de los de la persona; han alegado que Obama “no pudo hacer más” durante su gestión, como si se tratase de un “hombre común” que llegó a la Casa Blanca por casualidad, al margen de los monopolios y de los poderes financieros que apoyaron su candidatura. La marca Obama (que incluye tanto a Barack como a Michelle y su familia) es en sí misma una apología del “capitalismo humano” o del “neoliberalismo progresista” (en palabras de Nancy Fraser). Permite que la cúpula de poder mundial pueda ser teñida de valores como el multiculturalismo, el feminismo y la lucha LGBTI, a la vez que apuntala el orden de explotación del que se deriva la desigualdad racista y patriarcal que rige el mundo.
En este sentido, buscar equivalencias con la figura de Obama en los distintos entornos internacionales en los que su administración pretendió influir ilustra en cierta forma la verdadera naturaleza de su gobierno. En este sentido, su figura en América Latina equivale a la de líderes como Mauricio Macri y Michel Temer, o a la de opositores como Henrique Capriles o Leopoldo López, en el caso de Venezuela. En Oriente Medio se traduce en líderes como Benjamin Netanyahu y en el salafismo promocionado por Arabia Saudita y la monarquía catarí. En Europa se corresponde con los grandes líderes de la Europa de la austeridad, como Angela Merkel y Christine Lagarde.
La gestión Obama, hecha a medida de las necesidades del capital especulativo, ha derivado en la profundización de la deslocalización empresarial y en el crecimiento de la desigualdad social. Su gestión de la crisis económica consistió en rescatar la economía y hacer que el peso de la crisis recayese sobre los trabajadores para mantener la tasa de ganancia del empresariado. Según el sociólogo estadounidense James Petras, la mayor parte de los afroamericanos estadounidenses han sido afectados negativamente por su administración. “Las desigualdades entre trabajadores blancos y afroamericanos han crecido 15% bajo la presidencia de Obama”, señaló el autor en su entrevista semanal en Radio Centenario. Todo ello ha hecho que una parte importante de los trabajadores estadounidenses precarizados haya apoyado a una figura de tintes fascistoides como Donald Trump, bajo la promesa de volver a traer las empresas al territorio nacional.
La realidad es que Obama y Trump, si bien se han presentado como polos opuestos en el discurso mediático dominante, son dos caras de una misma moneda que representa los intereses en disputa de dos facciones de la burguesía estadounidense. Igual que se festeja la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible (conocida como Obamacare) o el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba impulsado por Obama, se podría festejar la reacción de Trump al Acuerdo Transpacífico de Asociación (TPP, por sus siglas en inglés), a la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) y al Acuerdo Sobre el Comercio de Servicios (TISA) (impulsados por su predecesor) o su negativa inicial a emprender nuevas injerencias extranjeras. Sin duda, estas medidas hubiesen sido ampliamente festejadas si las hubiese llevado a cabo el primer presidente negro de Estados Unidos. En cualquier caso, todo esto es parte de un falso debate para los trabajadores del mundo, ya que el gobierno de ambos líderes responde a lo mismo: proteger la tasa de ganancia de la facción de la burguesía que los apoya.

Hitos de la administración Obama
Debido a esto, la administración Obama ha emprendido incursiones fuera de sus fronteras cuyas consecuencias bien podrían compararse con la guerra de Irak llevada a cabo por George W Bush. El propio The New York Times reconoció que “Obama estuvo en guerra más tiempo que Bush o que cualquier otro presidente estadounidense”. Afganistán, Libia, Somalia, Pakistán, Yemen, Irak y Siria han sido escenarios de bombardeos estadounidenses durante los últimos ocho años. Los analistas coinciden en que la crisis de refugiados, que hoy todo el mundo lamenta, fue detonada por las guerras de Libia y Siria, resultado de las dos principales injerencias de la administración Obama en política exterior. En el primer caso, su ejército directamente participó en el bombardeo del país más próspero del continente africano, el cual por aquel entonces se encaminaba a crear instituciones de soberanía para todo el continente al margen de Occidente. La actual ausencia de Estado en Libia ha creado un paso de migrantes africanos directo al mar Mediterráneo, que ha sido aprovechado por las mafias de tráfico de personas. A su vez, el Estado fallido libio es uno de los principales entornos de desarrollo de grupos yihadistas, que fueron exportados a Siria para combatir contra el gobierno de Bashar al Assad.
En el caso de la guerra siria, Washington apoyó y armó a la insurgencia conservadora, dominada hasta hoy por facciones yihadistas de tinte salafista. Así, la administración Obama, junto con sus aliados (Turquía, Arabia Saudita, Catar e Israel), armó en Siria una guerra con manos ajenas contra el gobierno secular de Al Assad, para garantizar la hegemonía de sus capitales aliados en Oriente Medio en detrimento de los de Irán, Rusia y China. En este sentido, uno de los principales aportes de Obama en la gestión de la guerra ha sido su empleo de mercenarios en sustitución de sus propias tropas, algo que ha permitido reducir el número de soldados en los conflictos de cara a la tribuna. Según datos del Pentágono citados por Sputnik, en Afganistán fueron empleados durante el primer trimestre de 2016 alrededor de 44.000 mercenarios. En el caso de Irak, actualmente hay cerca de 8.000 mercenarios.
A estos conflictos se sumó la promoción del golpe de Estado ultraderechista en Ucrania, que dejó al país con formaciones fascistas y neonazis en el Parlamento y con un estado de guerra de baja intensidad, a raíz de la cual cerca de 9.400 personas han muerto y dos millones han abandonado el territorio. Por otro lado, el presidente y premio Nobel de la Paz 2009 selló con Israel el mayor acuerdo militar de la historia de Estados Unidos por su coste y alcance. Dicho tratado estableció un paquete de ayuda militar por un costo de 38.000 millones de dólares que se extenderá entre 2019 y 2028, con el cual el gobierno sionista reforzará lo que muchos consideran una operación de limpieza étnica en Palestina.
En este sentido, Obama deja la Casa Blanca siendo uno de los presidentes que más han apoyado al régimen israelí, a pesar de haberse abstenido por primera vez en la votación sobre la última resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) sobre la condena de los asentamientos israelíes en Cisjordania. En 2011 sí usó su poder de veto para echar abajo una resolución de este tipo y en 2013 llevó a cabo una visita al país para remarcar su apoyo al gobierno de Netanyahu. “Apoyamos a Israel porque es algo que nos hace más fuertes y más prósperos a ambos, y hace del mundo un lugar mejor […], estoy convencido de que nuestra alianza es eterna, para siempre”, expresó.
Por otro lado, cabe destacar que la administración Obama batió récords en venta de armas. Entre 2008 y 2015 las exportaciones crecieron 54% (pasaron de 6.799 en 2008 a 10.484 en 2015). Sus principales clientes fueron Corea del Sur, Emiratos Árabes y Arabia Saudita. Por tanto, gran parte de estas armas están siendo empleadas por la Casa de Saúd para hacer la guerra en Yémen, el país más pobre del mundo árabe. El compromiso de la administración Obama con esta monarquía absoluta salafista lo llevó en septiembre a traicionar a las víctimas del 11-S, cuando vetó el proyecto de ley que permite denunciar a Riad por su presunto papel en los atentados del 11 de setiembre. Finalmente, el Congreso estadounidense lo rechazó y logró los dos tercios de votos que se precisan en ambas cámaras.
Otra parte fundamental del legado de Obama es la tríada de macroacuerdos de libre comercio que han sacudido a los movimientos sociales y sindicatos de medio mundo. El TPP, el TTIP y el TISA son tres textos caracterizados por el secretismo de sus negociaciones, que fueron especialmente criticados por tratar de ampliar en sus zonas de influencia los valores antisindicales y antimedioambientales y la elevada desregulación financiera que rige la política estadounidense. Estos acuerdos incluyen la cláusula de Acuerdo de Solución de Controversias Inversor-Estado (ISDS, por sus siglas en inglés), un punto clave que asienta la vulneración de la soberanía de los pueblos, debido a que permite a las multinacionales demandar ante tribunales generales de arbitraje a los gobiernos que aprueban leyes que perjudiquen la libre competencia previamente acordada.

Los logros de Obama
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba, que terminó con la cancelación de la política “pies secos, pies mojados”, es la medida más importante impulsada por Obama, debido fundamentalemnte a su carácter histórico. Sin embargo, la promoción de esta iniciativa en ningún momento se basó en admitir la vulneración de los derechos humanos que conlleva esta política de ataque directo contra la población civil. Tampoco en subsanar la violación del Tratado de Ginebra que implica.
La argumentación que esgrimió Obama tiene su pilar en que la política de guerra en tiempo de paz que Washington lleva emprendiendo contra Cuba durante más de medio siglo “no funcionó” de cara a imponer la democracia de mercado en la isla caribeña. Por ello, el cambio en las relaciones diplomáticas obedece a un cambio de estrategia. Su fin último es la transformación de Cuba en el modelo de democracia capitalista basado en la acaparación desigual de la riqueza que Washington promueve en América Latina. “Estados Unidos confía en que la liberalización económica y los contactos personales transformen la isla”, subtitulaba el diario español El País el día de la llegada de Obama a La Habana. Para analistas como Peter Kornbluh, “el punto de vista de Estados Unidos es el siguiente: crearemos puentes culturales, económicos, políticos entre ambas sociedades, y por esos puentes cruzará la enorme influencia del sistema estadounidense”.
Además de esto, varias cuestiones se han presentado como “logros” de la administración Obama. Las más defendidas son la creación de empleo (récord de los últimos ocho años), la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, la reducción de presos en las cárceles, el lanzamiento del Plan de Energía Limpia, que busca reducir para 2030 en 32% las emisiones de las centrales termoeléctricas respecto de los niveles de 2005, y la promoción del acuerdo antinuclear con Irán. Esta última cuestión sólo puede ser celebrada como un logro asumiendo los intereses geoestratégicos de Washington en Oriente Medio, ya que salvaguarda la posición de Estados Unidos como el líder mundial en armamento nuclear.
Por otra parte, en lo referente al primer punto, la administración Obama sumó 9,3 millones de puestos de trabajo durante su mandato. Sin embargo, los sueldos apenas aumentaron en estos ocho años, cuando sí lo hicieron los precios, debido a las fórmulas de trabajo precario y explotación que se impusieron tras la crisis, algo que ha hecho que los trabajadores vean la recuperación económica únicamente desde las pantallas de sus televisores.
Por último, el tan celebrado Obamacare ciertamente supone un tibio avance en materia de salud en un país que parte de una situación que directamente vulnera los derechos humanos más elementales. Sin embargo, el programa propone una fórmula que en ningún caso afecta al poder de las grandes corporaciones de salud. La Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible obliga a la mayoría de los estadounidenses a contratar un seguro privado de salud y a extender la deficitaria cobertura pública a personas que ganen hasta 133% del umbral de pobreza. También obliga a las aseguradoras a reducir la discriminación de pacientes por renta económica que hasta ahora practicaban.
Esta medida incluyó a millones de personas en el sistema de cobertura sanitaria, sin embargo, la sanidad no deja de ser un privilegio para los trabajadores estadounidenses, la diferencia es que ahora muchos están obligados a consumirlo. Según la Oficina de Presupuesto de Congreso de EEUU, diez años después de la implementación de esta legislación continuará habiendo 31 millones de personas sin seguro médico en el país. Esto se debe a que aún hay muchos estadounidenses que, aún con subvenciones, no se pueden permitir costear el seguro, además de los inmigrantes indocumentados que en ningún caso tendrán acceso a salud. Sin embargo, uno de los mayores beneficiarios de este programa fue la UnitedHealth Group, la cual, desde la entrada en vigor del Obamacare, ha visto aumentar el precio de sus acciones en 400%.

TOMADO DE:  http://noticiasuruguayas.blogspot.com/
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jueves, 26 de enero de 2017

Anti-Perfil: ¿Y este Borges, qué pito toca?


CLODOVALDO HERNÁNDEZ 19.ENE.2017 

Foto: Referencial
Foto: Referencial
EL NUEVO PRESIDENTE DE LA ASAMBLEA NACIONAL LLEVA YA UN CUARTO DE SIGLO COMO FIGURA PÚBLICA, DESDE QUE DEBUTÓ EN ROL DE JUEZ DE PLEITOS REALES O INVENTADOS EN UN PROGRAMA DE TV. HA PROTAGONIZADO EPISODIOS PINTORESCOS, COMO EL DE LOS COCHINITOS EN EL HEMICICLO, Y OTROS MUCHO MÁS SERIOS, COMO SU DECLARACIÓN PREVIA AL GOLPE DE ESTADO DE ABRIL DE 2002. SU GRAN PROBLEMA, SEGÚN UN PSIQUIATRA QUE LO ANALIZÓ A FONDO, ES QUE NO HA LOGRADO EXPLICARLE AL PAÍS CUÁL ES LA UTILIDAD DE ALGUIEN COMO ÉL EN LA VENEZUELA ACTUAL
¿Qué pito toca Julio Borges en la política venezolana? Es una pregunta interesante, ahora que se ha convertido en el sucesor de Henry Ramos Allup en la presidencia de la Asamblea Nacional. Por una de esas ironías de la vida, el día que Borges asumió ese cargo acababa de fallecer el psiquiatra y periodista Roberto De Vries, autor de un exhaustivo perfil psicológico-político del dirigente de Primero Justicia. El retrato escrito de Borges hecho por De Vries adquirió así un significado especial, un tanto cabalístico, podría decirse, y giró en torno a la pregunta, aunque expresada de un modo más refinado. El psiquiatra caracterizó el discurso de Borges como analítico y sereno, pero carente de alegría, portador de un mensaje ideológico conservador, individualista y dogmático.
Sonará como una altisonante ironía, pero De Vries, antes de morir, desahució políticamente a Borges, al escribir que “tiene un elemento de gran debilidad, a nuestro entender, en que no explica en forma clara cuál es la utilidad de su personalidad pública en la Venezuela actual”. En otras palabras, pues, no ha logrado decirle al país qué pito toca.
Otras semblanzas, difundidas por los medios de comunicación opositores, fueron mucho más benévolas. Lo presentaron como un gran líder, un mártir frecuentemente apaleado por chavistas furibundos y como un político comedido, paciente y racional. La agencia de noticias AFP, por ejemplo, consultó al politólogo Luis Salamanca, quien subrayó justamente el rasgo de la racionalidad, característica que podría ayudar a un enfriamiento del conflicto entre poderes.
Al ahondar en su historia personal, las aproximaciones biográficas recalan en el detalle de que debutó en el escenario público con el programa de televisión Justicia para todos, en el que fungía de juez en pleitos reales o inventados entre gente común. Eso ocurrió en RCTV, razón por la cual durante mucho tiempo se le consideró una figura creada en laboratorio por Marcel Granier para lograr su siempre acariciada meta de ostentar el poder sin la mediación de políticos tradicionales. Por casualidad o por sincronía, el programa comenzó a transmitirse en 1992, el año en que todo cambió.
Borges era entonces un típico joven del este de Caracas. Tenía 22 años de edad y estaba apenas egresando de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello. Luego completaría su formación académica con un postgrado en Filosofía Política y Social en Boston College, y otro en Políticas Públicas y Estudios de América Latina en Oxford.
A finales de la década de los 90, mientras la IV República se caía a pedazos, fundó una asociación civil llamada Primero Justicia. En esa iniciativa lo acompañaron sus amigos Gerardo Blyde y Leopoldo López. Este último, a través de su madre, Leonor Mendoza de López, consiguió “los reales”. En ese tiempo, tanto la señora Leonor como su hijo trabajaban en Petróleos de Venezuela y lograron que la empresa estatal girara una generosa contribución para el arranque del proyecto. No es que la familia López Mendoza necesitara “una ayuda”, pero así era como se hacían las cosas en el reinado de la meritocracia.
En 2011, en una entrevista para el diario Ciudad CCS, tuve la oportunidad de preguntarle a Borges si aquellos cheques de Pdvsa eran una especie de pecado original que perseguiría a Primero Justicia por siempre. Me respondió: “No lo veo como un pecado. Es una realidad de cuando éramos una organización no gubernamental y nos sentimos orgullosos del trabajo que hicimos. No se puede manipular ese episodio, mezclándolo con la realidad política de hoy”.
Borges aseguró en esa ocasión que cuando fundaron la asociación civil no tenían en mente convertirla luego en partido, y que decidieron hacerlo en 1999, a raíz del proceso constituyente convocado por el presidente Hugo Chávez.
El asunto del pago de Pdvsa fue el motivo de uno de los varios “incidentes violentos” que ha protagonizado Borges en su carrera política, en los que la prensa de la derecha siempre lo presenta como el agredido. En aquella ocasión, el diputado trepó hasta lo alto del presídium y manoteó en la cara al presidente de la AN, Fernando Soto Rojas, un señor de la tercera edad. Reclamaba derecho a réplica ante una denuncia de Diosdado Cabello sobre la famosa “ayuda”.
Desde entonces, los incidentes violentos han sido como su marca de fábrica. En abril de 2013 apareció en la pantalla de Globovisión con varios hematomas y manchas de sangre en el rostro, luego de una confusa trifulca en la que intervinieron parlamentarios y también, según se denunció, personas extrañas a la institución. En 2016 Borges terminó hospitalizado, luego de ser golpeado en las inmediaciones del Consejo Nacional Electoral en una protesta referida al referendo presidencial. Gente malévola aprovechó la convalecencia de Borges en una clínica para trolearlo sin piedad. Utilizaron para ello una fotografía en la que aparece Henrique Capriles Radonski, muy sonreído, posando con las enfermeras mientras el lesionado, con cara de molestia, parecía decir: “¡Hey, se supone que hoy el centro de atención iba a ser yo!”.
Aparte de servir de pera de boxeo, Borges también ha interpretado el rol estelar en otros episodios cargados de efectismo. Por ejemplo: en la legislatura 2000-2005 fue el encargado de meter unos cerditos al hemiciclo, una muy mediática protesta contra la designación de magistrados del Tribunal Supremo de Justicia. Luego no pasó mayor cosa, pues, al parecer, no tenían nada en mente para darle continuidad a su idea de soltar los cochinos. “En mi criterio, Borges es un tipo que después de matar al tigre, le teme al cuero”, expresó el reportero Eligio Rojas, quien luego de cubrir la Constituyente y la primera AN, pasó a lidiar con la delincuencia común, pues se convirtió en reportero de Sucesos.
EL ASUNTO DEL PAGO DE PDVSA FUE EL MOTIVO DE UNO DE LOS VARIOS “INCIDENTES VIOLENTOS” QUE HA PROTAGONIZADO BORGES EN SU CARRERA POLÍTICA, EN LOS QUE LA PRENSA DE LA DERECHA SIEMPRE LO PRESENTA COMO EL AGREDIDO

El periodista nos contó una anécdota que ayuda a conocer al personaje: “La colega Luisana Colomine y yo nos la pasábamos de curul en curul, viendo los libros y documentos que dejaban los diputados. Un día estábamos en la curul de Borges, quien tenía varios libros del Opus Dei. En eso nos sorprendió Ramón José Medina, y yo, para picarle adelante, le pregunté: ‘¿Qué te parecen las lecturas de Borges?’. Hizo un gesto de desprecio y dijo: ‘Ese es el Caldera de los nuevos tiempos’”.
Más allá de los episodios pintorescos, durante ese primer período como parlamentario Borges destacó —muy en serio— en los intensos días de abril de 2002, al aparecer públicamente solicitando la renuncia del presidente Chávez y de todos los demás poderes públicos, en lo que pareció ser el preludio del decreto de tierra arrasada del efímero dictador Pedro Carmona Estanga. Para quien tenga dudas de que el guión del golpe de Estado era manejado por toda la oposición, el video de la declaración de Primero Justicia es un documento clave.
A pesar de esas evidencias, en todo momento Borges ha tratado de salvarse del apelativo de golpista. En la entrevista ya referida con Ciudad CCS, en 2011, aseguró que “siempre he sido contrario al radicalismo por principio y porque políticamente es un grandísimo error. Todas las jugadas que lideró el radicalismo culminaron en un fracaso total y aún no terminamos de pagar esas facturas: llámese abril, plaza Altamira o paro, fueron errores enormes”. No obstante, en febrero de 2015, cuando fue descubierto un supuesto intento de asonada militar (el “Golpe Azul”, le llamaron), los militares de rangos altos y medios involucrados en el plan habrían mencionado a Borges como aliado civil. Hasta donde se sabe, la participación del dirigente de PJ no fue comprobada, pues no se le ha acusado formalmente en el juicio de este caso, que está a punto de finalizar.
A pesar de las derrotas sufridas por la oposición en sus intentos de 2002 y en el referendo de 2004, Borges (apodado “Manolito” por su parecido con el personaje de Mafalda) era uno de los diputados opositores con mayor oportunidad de ser reelecto, pero no lo fue por la decisión tomada por la coalición opositora de no participar en los comicios con el propósito de deslegitimar a la AN. Para las elecciones presidenciales de 2006, se lanzó como precandidato y hasta presentó un programa de gobierno, pero a la larga terminó declinando a favor de la opción unitaria de Manuel Rosales.
Para 2012 ya no estuvo entre los aspirantes, sino que fue uno de los impulsores de la opción de Capriles Radonski. Interrogado sobre su retiro de la contienda presidencial, dijo (en 2011) que estaba “fuera del mercado”.
Hoy, a los 47 años, ha llegado al cargo de mayor poder que ostenta la oposición en este tiempo. Le toca reemplazar a un viejo zorro deslenguado. Es su oportunidad para, volviendo al texto póstumo del psiquiatra De Vries, tratar de explicarle al país para qué sirve Julio Borges

http://www.psuv.org.ve/temas/
La educación burguesa: La negación de la esencia humana y el fetiche del aprobado

Se necesita otra educación para otra sociedad; y otra sociedad para otra educación” Marx
Se acabó. Terminó el trámite. Período de exámenes finales lo llaman.

Un mes de enclaustramiento, de vida sedentaria y cavernícola, empotrado en la habitación durante horas reteniendo lo mejor posible una información dada e impuesta. ¿Dónde queda el aprendizaje?, y ya no digamos la motivación, las ganas de aprender. No existe, eso no importa. El objetivo es aprobar, pasar el trámite, alcanzar el número, la nota, que te de el aprobado.

Estudiar para exámenes finales te obliga a no realizar otras tareas, te impone centrarte y concentrarte al máximo, porque cualquier detalle importa, nunca sabes lo que te pueden poner. La incertidumbre reina. De media, el estudiantado universitario se encuentra con mínimo cinco asignaturas en un período de exámenes finales de como mucho diez días. En general, en esos exámenes finales en está en juego la nota total de la asignatura, y en el mejor de los casos sólo ese examen cuenta un 60% o 70% de la nota total. Todo o Nada en un examen final de apenas un par de horas cuando esa asignatura tiene una duración de varios meses. Los temarios de las asignaturas varían, pero de media podemos encontrarnos con unas cien páginas de apuntes para estudiar. Eso en el caso de que no haya que estudiar por manuales, los cuales oscilan entre las doscientas y trescientas páginas.

La no socialización del período de exámenes obliga a adoptar un ritmo de vida individualista, simple y muy poco flexible. La intensidad y la importancia de la tarea lo exige. De tal manera, el estudiantado en época de exámenes finales se encuentra alienado, se niega a sí mismo para someterse a la obligación de aprobar. No aprende, memoriza. No despierta su interés y motivación por formarse, se obliga a realizar una tarea que no quiere hacer e incluso detesta enormemente. No cuestiona los conocimientos y la información ofrecida, la absorbe acríticamente. La tarea viene impuesta y no responde a los intereses y necesidades del estudiantado. Las sensaciones de amargura, estrés y mediocridad son comunes en esta época. Aquí también varía la situación en función de la clase social. El estudiantado de extracción obrera a menudo se encuentra sujeto a obligaciones familiares o laborales que le impiden poder dedicarse única y exclusivamente a la tarea de estudiar a ese nivel de intensidad. Viéndose en la obligación de optar entre ambas tareas, lo cual puede resultar imposible, o conciliar todas las tareas, lo cual en ocasiones es incompatible.

Paradójicamente,las bibliotecas se consume tanta droga como en los durante   el período de exámenes en botellones. Varios cafés, bebidas energéticas como Red Bull o Monster, todo tipo de sustancias estimulantes para poder sobrevivir a la obligación de dedicarse durante un mes por y para memorizar una información que se te va a olvidar en su gran mayoría en no mucho tiempo. Eso sin hablar de la importancia y calidad de esa información. Ese es otro debate. Durante exámenes, aparecen todo tipo de alternaciones y problemas psicológicos en el estudiantado: ansiedad, depresión, estrés, todo un conjunto de comportamientos que responden a la obligación de superar el trámite. Porque de lo contrario, aparece el estigma y sensación del fracaso. Porque en caso de suspenso, existe la obligación de acudir a la recuperación varios meses después para iniciar el mismo proceso, con más dificultad esta vez al sumar más asignaturas. También cabe la posibilidad de repetir, y en este caso pagar el doble, y puede que más, por volver a cursar la asignatura. Para las familias con un gran colchón adquisitivo, volver a pagar el coste de la asignatura por duplicado puede no suponer un gran problema. Sin embargo, para las familias de clase trabajadora esto puede suponer la incapacidad de hacer frente a los costes y por ende tener que abandonar los estudios. El ambiente social que rodea al estudiantado de extracción más obrera es siempre más dificultoso y se encuentra rodeado a menudo de obligaciones extra-académicas.

El aprendizaje pasa a un segundo plano. Lo importante es retener en la mente el máximo de información posible para vomitarla en el examen. Después, esa información importa poco o nada. Tu aprobado depende de que expongas esa información, no que la interiorices y demuestres prácticamente, conceptos muy diferentes. El sentido crítico es completamente ajeno al estudiantado, incluso es contraproducente y causa problemas para aprobar. Mostrarse hostil y contrario a la información que te han obligado a retener y la ideología del profesorado puede ser problemático. Por eso, delante del examen nadie se plantea ser crítico/a, prefiere asegurar. La información retenida, por el propio proceso de memorización, intenso y sin descanso, en relación directa al formato de la prueba de examen(todo a una prueba), provocan que la información retenida no se interiorice a largo plazo, perdiéndose rápidamente. Después de las pruebas de examen, existe nula o escasa continuidad con la información retenida. De tal manera, se presupone que aprobar o superar esas pruebas ya te faculta para tener una serie de conocimientos de manera relativamente indefinida. Según el caso, también te otorga un título profesional irrevocable y sin pruebas posteriores que lo acrediten.

Esta es la situación con la que se encuentran miles de estudiantes en el Estado Español o en cualquier Pais que se aplique estesistema educativo, en épocas de exámenes.  expresión de su decadeSi la crisis es para el capitalismo la mayorncia, el período de exámenes lo es con respecto al sistema educativo burgués. Para estudiar un fenómeno de la manera más clara y explícita, es preferible abordar la parte más avanzada de un fenómeno(en este caso el período de exámenes en el marco del sistema educativo)

En definitiva, el sistema educativo burgués, clasista por su formato, no colabora a formar íntegramente al estudiantado: obliga y somete, aliena y desmotiva, bloquea y anula el sentido crítico y plantea los conocimientos y la formación de manera metafísica, no existiendo un proceso formativo flexible, completo y de continuidad. Se guía por fetiches como la nota y el aprobado, indicadores simbólicos que no responden a un aprendizaje real e interiorizado.

La sociedad necesita una educación humana, completa, enriquecedora y al servicio de sus necesidades. Para que esto pueda hacerse realidad primero hay que transformar el sistema socioeconómico capitalista que propicia estas formas de vida. Y para transformar el sistema, una de las tareas fundamentales es fomentar métodos, contenidos de estudio y de formación revolucionarios y radicalmente diferentes a los actuales. 
Porque APROBAR, NO ES APRENDER.

domingo, 22 de enero de 2017


Europa 2017: En busca de antídotos contra el órdago de la extrema derecha

Temor ante el probable avance de las propuestas populistas y euroescépticas en el viejo continente
Europa y el Mundo parecen no haber aprendido nada de sus horrorosas historia del siglo XX. Sabido es que las situaciones de relativa inestabilidad generan el florecimiento de ideas extermistas. Como las que representan las de los populistas europeos: Le Pen. Salvini, el UKIP, Alternativa para Alemania, etc. Sus propuestas son por la negativa, apuntan a fomentar el miedo. Ahora los "enemigos" son los refugiados y los musulmanes. Inventan monstruos para presentarse luego como los salvadores. ¿Se han olvidado como ascendieron Hitler y Mussolini al poder? Las analogías son patentes. Espero que el ejemplo de la pequeña Austria cunda en Europa y sus ciudadanos rechacen a estos demagogos pseudo-salvadores.

La ultraderechista francesa Marine Le Pen durante la presentación de su campaña para las elecciones presidenciales de 2017.
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Fuente
EFE/Archivo

Vie, 6 Ene 2017 
Juzguen por los números para valorar su importancia: Francia, Alemania y quizá también Italia, tres países fundadores de la Unión Europea y que agrupan a más de 200 de sus 500 millones de habitantes, se enfrentan en 2017 a unas elecciones que pueden dar un vuelco a la política del viejo continente. Se celebran en un momento crucial y un entorno peligroso, en medio de un significativo avance de las propuestas populistas, euroescépticas o de extrema derecha que, poco a poco, han ido ganando terreno entre los ciudadanos a los planteamientos tradicionales de la izquierda o la derecha moderada.
Si a ello añadimos la posibilidad de que en otros países menos poblados, pero igualmente significativos, como Holanda, con casi 17 millones de habitantes, o Austria, con  cerca de nueve, se impongan esas ideas en las elecciones que celebran, respectivamente, en 2017 y 2018 (con posibilidades de anticiparse también en el país alpino) el desastre estará un poco más cerca. Y eso porque, siguiendo con los números, los países en los que ya Gobiernan los euroescépticos o influyen decisivamente, como Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, suman otros 65 millones de habitantes.
En total, casi trescientos millones de europeos podrían estar muy pronto gobernados por partidos que rechazan a los refugiados, sospechan de los musulmanes, menosprecian a las mujeres y engañan a los trabajadores con falsas promesas de mayor bienestar. 
Para rematar la debacle numérica, si a los 500 millones mencionados al principio se restan en 2017 los 65 millones de británicos víctimas del Brexit, prácticamente tres cuartas partes de la Unión Europea podría estar muy pronto bajo el yugo de la extrema derecha.
Aunque esta vez parece que llega con más fuerza, el fenómeno no es nuevo. En un libro publicado en 1994, el periodista y escritor Manuel Florentín, señalaba en su “Guía de la Europa negra” las causas de un ascenso similar de la extrema derecha a principios de los años 90 del pasado siglo: La crisis de valores y la inseguridad generada en los países del este de Europa tras el hundimiento de la Unión Soviética; la inmigración masiva de trabajadores a finales de los años 80; el miedo a la pérdida de soberanía nacional que conllevaba una creciente unidad europea; y la incapacidad de los partidos tradicionales para aportar fórmulas nuevas a un mundo cambiante y tenso.
“Y cuando despertó, el dinosaurio (la extrema derecha) todavía estaba allí”Parafraseando el famoso cuento de Augusto Monterroso se podría concluir que dos décadas después el dinosaurio sigue aquí, en Europa, y que el despertar a la nueva realidad puede ser más duro que entonces. La lista aportada por Morentín debería actualizarse con los siguientes datos: La dureza con que la crisis económica de 2008 ha golpeado a la clase trabajadora, el miedo irracional al extranjero que presuntamente se apropia del escaso mercado laboral y, sobre todo, la incapacidad manifiesta de los actuales dirigentes comunitarios para afrontar un problema que, simplemente, parece que no quieren ver.
Así lo demostró la última reunión del año, a mediados de diciembre, en la que solo pudieron ponerse de acuerdo en machacar un poco más a Grecia, siguiendo la tozudez austericida 
de Alemania, en mantener unas tímidas sanciones a Rusia, quizá debido a sus buenas relaciones con el futuro secretario de Estado norteamericano, y en otras medidas que nada tienen que ver con lo que de verdad afecta a los ciudadanos europeos. Una vez más se impuso la fría burocracia sobre una candente y peligrosa actualidad.  
Estos pueden ser lo antídotosPara poder encontrar fórmulas adecuadas hay que fijarse primero en lo ocurrido en Austria con la repetición de las elecciones presidenciales a primeros de diciembre, en las que finalmente se impuso el candidato ecologista, Van der Bellen, frente al ultraderechista Hofer, con casi el 54 por ciento de los votos. Lo más importante no es que rebasara con mucho los resultados de la primera convocatoria, anulada por defectos administrativos y en la que solo aventajó a su oponente en 30.000 sufragios, sino que supuso un enorme alivio para los habitualmente moderados austríacos y un halo de esperanza para el resto de los europeos.
Se puede atribuir esa victoria a un aumento de la abstención, pero seguro que algo tuvo que ver la movilización de muchos ciudadanos preocupados por el avance de la derecha radical: grupos independientes de gente concienciada impulsaron plataformas a través de Internet y sacaron a la calle vistosos flasmobs en los que llamaban la atención sobre la necesidad de tener un presidente sosegado capaz de crear confianza entre unos ciudadanos confundidos y asustados.
El ejemplo podría servir de modelo para Francia, donde el presidente Hollande, en una acción sin precedentes, anunció que no se presentará a la reelección y donde la derecha ha elegido a François Fillon, un candidato con unos planteamientos radicales próximos al ultraderechista Frente Nacional de Marine le Pen. Es la única manera, piensan algunos, de evitar un triunfo que podría determinar el devenir del resto de Europa, empezando por el país más poderoso de la UE. El euroescéptico Alternativa para Alemania ha obtenido un notable apoyo en las últimas elecciones regionales y ha conseguido debilitar a Angela Merkel, la única candidata con posibilidades de repetir mandato ¡¡¡por cuarta vez!!! en las elecciones del próximo otoño.
Con Estados Unidos a punto de ser gobernado por una cuadrilla de multimillonarios y un Reino Unido descentrado, el futuro se presenta oscuro. 
Si algo ha desmotivado al ciudadano medio y le está empujando hacia opciones políticas diferentes sin pensar en sus posibles consecuencias ha sido la precariedad salarial y la creciente desigualdad, algo que está todavía lejos de solucionarse.
El antídoto definitivo sería una acción contundente por parte de las autoridades comunitarias que no tiene pinta de concretarse. Tampoco ayudan, por último, la ausencia de unidad de acción, la debilidad de sus actuales dirigentes y su incapacidad para identificar los verdaderos objetivos de una Unión Europea que debería estar mucho más volcada en las necesidades de los ciudadanos.

TOMADO DE:  http://www.elplural.com/
, en Libertad Bermeja//Facebook y en @victorianoysocialista